Se arriesgan a caer en grietas o por precipicios, ser sepultados por avalanchas, barridos por un temporal, sufrir hipotermia, congelaciones y mal de altura o, sencillamente, desfallecer por agotamiento.
Quienes se enfrentan a los colosos del Himalaya deben adentrarse en la llamada «Zona de la Muerte» a partir de 7.500 metros, donde el cuerpo es incapaz de aclimatarse y, literalmente, se consume a sí mismo hasta morir.
Todo ello para, como decía el alpinista Lionel Terray, «conquistar lo inútil».
Eso, si finalmente se llega a la cumbre, porque hay muchas probabilidades en contra. La escalada requiere semanas entre aclimatación, varias ascensiones parciales montando campamentos y trabajando en la ruta, violentas tormentas que paralizan el trabajo y multiplican el riesgo de aludes, etc.
Cuando al fin se dan las condiciones idóneas (si se dan) para un asalto a cima, normalmente sólo queda tiempo y fuerzas para un intento.